jueves, 3 de diciembre de 2015

Entre mayas y mexicas

Ruinas mayas de Tulum (Quintana Roo)
Quince días. Suficiente para evadirse de la realidad y sumergirse en una cultura nueva. Demasiado poco para lo que México tiene que ofrecer. Un solo bocadito de una realidad fascinante. Yucatán, Quintana Roo, Distrito Federal, Estado de México. No more, no less.

Cancún, ruinas prehispánicas de Tulum, Playa del Carmen, Chichen Itzá, Valladolid. Cenotes.

Chichén Itzá (Yucatán)
La seductora, colosal y disparatada Ciudad de México.
Guadalupe, Tlatelolco, Coyoacán, Zócalo, Polanco, Chapultepec, Xochimilco.
Teotihuacán. Teotihuacán. Teotihuacán. Pirámides del Sol y de la Luna.
Mayas. Aztecas. ¿Teotihuacanos?
Frida. Diego. Miguel Hidalgo. Hernán Cortés. Malinche. Morelos. Zapata. Frida. Más Frida. Por todas partes. No es en vano. La intensidad en estado puro. Del dolor, del amor, del sufrimiento, de la alegría. Del culto a la vida y de la celebración de la muerte.

Último cuadro de la artista. Casa Museo en Coyoacán

Tortillas. Maíz. Aguacate. Chile. Mole. Sol. Indio. Tecate. Pulque. Tequila.

Megalópolis. Atasco permanente. Sin piedad. Atropellos. Pan de cada día. Doy fe. ¿Inseguridad? Se respira, pero más en el imaginario que en la realidad, en la mente del extraño que en el día a día.
En una trajinera en Xochimilco
Raluca, Fernando, Enzo, Uxía, Susi, Carlos, Any, Luis, Vilma. Gracias.

sábado, 6 de junio de 2015

L'hiver à Strasbourg


El pasado y el presente se fundieron en ese preciso instante. Y fue entonces, en ese concreto punto del Universo, cuando pude reconciliarme con todo el daño que me hizo. Mi eterna condena no lo fue tal, y logré, tras tantos siglos de sufrimiento, perdonar a ese hombre que torturó a mis antepasados. Con él me liberé y me perdoné a mí mismo. Y es que el karma puede jugar muy malas pasadas.

A comienzos de 2013 tuve ocasión de visitar esta ciudad en el límite entre Francia y Alemania. 
Más conocida por ser la sede del Parlamento Europeo, Estrasburgo es la capital de la Alsacia, aunque la influencia alemana se respire ya en cada rincón. Un curioso y atractivo mestizaje que la hace aún más especial.

Sede del Parlamento Europeo

Mi visita se debió a un curso de generación de redes y estrategias para la paz, tan provechoso como intensivo, y durante los primeros tres días no hubo tiempo para salir siquiera del centro de formación donde nos hospedábamos. Pero había que sacar hueco y fuerzas para visitar tan maravillosa ciudad, y así lo hicimos. Dejo unas fotos de su seductor centro, que nos encandiló a todos.


Vistas de la Grande Île.

Al pie de la catedral.

La "Petite-France", en el corazón de la ciudad.

Catedral de Notre Dame, joya gótica.

jueves, 30 de abril de 2015

Amor a primera vista


 
Decidí hacer un descanso de camino a mi apartamento alquilado con vistas al mar. Allí estaba ella, observándome con sus grandes ojos color azabache. Era la suya una mirada triste pero honesta, cargada de promesas de un futuro por compartir. Supe que los flechazos existen. Me atravesó. Correspondí su amor como quien la abandonó en aquella gasolinera no supo hacer. Hoy, tras quince años, mi preciosa mastina nos dejó para siempre.

martes, 11 de noviembre de 2014

Siempre quise ir a L.A.


Y ser una rock & roll star. La verdad es que no. La verdad es que donde quise ir fue a San Francisco, y eso fue lo que hice a finales de 2011. Pero ya que estaba en California, y antes de regresar de nuevo a España, decidí conocer la meca del cine. Me alojé en Santa Monica, a unos minutos de las arenas que han pasado a la historia por Los vigilantes de la playa, y del muelle que marca el final de las 2.448 millas de la Ruta 66.
Todo muy mítico, sí, muy peliculero, y no nos vamos a engañar, eso lo envuelve de cierto encanto. Hasta el viajero más puro se deja llevar aquí por algunos tópicos, y todo te dirige hacia lo que nos han vendido a través de la televisión y el cine desde que tenemos conciencia. 
Ya en el mismo youth hostel ofrecen a diario rutas de autobús por las mansiones de los famosos, Beverly Hills, parada panorámica para hacerse la foto con el letrero de Hollywood y comida en el Hard Rock Café de Universal Studios, plagado de tesoros para mitómanos.



Placa original de la serie, en el Hard Rock Café

Al Paseo de la Fama y el teatro donde las estrellas se exhiben glamurosas en cada gala de los Óscar también es difícil resistirse, aunque todo exhala un aire mucho más rancio y deprimente que lo que las películas nos sugieren. Eso me dejó un contrapunto triste, sumado a la despedida de los amigos que dejaba en San Francisco, aunque compensado con el entusiasmo de conocer un nuevo lugar y nuevas personas e historias.

El "backstage" del Paseo de la Fama

Fueron, en definitiva, días intensos. ¿Lo mejor? Como casi siempre, las personas. Conversar con almas libres, como Esteban, un venezolano con quien recorrí los kilómetros y kilómetros de Venice Beach y disfrutar de los momentos mágicos, por inimaginados, que te depara a veces el presente. Y acabar el viaje tomando cervezas en un bar español en pleno L.A., brindando por las almas viajeras. Salud.




domingo, 9 de noviembre de 2014

Portugal lover II


Por fin llegó el día que había anhelado desde que era un crío. Año tras año les acompañaba, correteando entre las parras, ayudando aquí y allá. Hacía varios que trabajaba duro en la vendimia como uno más. Pero no era uno más, no del todo. Hoy, por fin, con los dieciocho cumplidos, estoy junto a ellos en el momento más importante. Soy, aunque sólo sea por unos minutos, el centro de atención. Mirando hacia el suelo comienza a sonar mi voz. Melódica, refinada, poderosa. Hasta los turistas, ansiosos por degustar las viandas, se olvidan y callan. Voy tomando confianza. Observo de reojo a mis compañeros y noto cómo asienten con orgullo. Elevo al fin la cabeza. Mi voz inunda la sala. Y entonces te veo. Veo cómo tus ojos me traspasan. Y se me olvidan todas las letras.

Seguir descubriendo rincones del bello país vecino. Aprovechar el día libre para subirse al coche, traspasar la frontera y llegar hasta Vila Viçosa*, a sesenta kilómetros de Badajoz. Pasear por la muralla del castillo y transportarme a otra época. Recorrer las rosadas calles pavimentadas del exquisito mármol local. Llegar hasta el Paço Ducal, sede de la Casa de Bragança que ocupa un importante lugar en la historia portuguesa. Hacer un descanso para saborear la ineludible bica de café acompañada de su correspondiente nata. Continuar hasta Borba al comprobar que están celebrando su Festa da Vinha e do Vinho. Dejarte seducir en una tienda de antigüedades. Escuchar los cantes de los vinateros y saborear junto a ellos vino y comida tradicional en una experiencia única, celebrando juntos el final de la vendimia. Rematar la jornada en el Retiro dos Amigos a unos cinco kilómetros de Elvas, con raciones tan enormes como ajustados sus precios. No es la primera vez. Ni será la última. Rodeados de españoles, familias extremeñas que cambian de país para comer en abundancia de cantidad y calidad. Volver a casa. De Portugal a España, del Alentejo a Extremadura. Hasta la próxima.




*Vila Viçosa es una pequeña población de unos nueve mil habitantes que pertenece a la red de villas medievales y que está emplazada en medio de rutas: la del mármol, la del vino, la de los sabores.

sábado, 18 de octubre de 2014

Afortunada quien las pise


 
Dio un tembloroso paso más. La mente se le nubló y por un momento creyó que iba a desmayarse. “No lo lograrás” resonaba una voz ronca en su cabeza. Un nuevo movimiento y alcanzó la cima. Ante sus ojos, en medio de una densa bruma, todo un océano de límpidas aguas color turquesa. Alucinaciones. De modo que era aquello de lo que tanto había oído hablar. Aún así, la refrescante inmensidad que se proyectaba en su cerebro le dio fuerzas para continuar. Un paso, luego otro, después otro más, caer y volver a levantarse. Diez interminables minutos y allí estaba ya. La cerveza fría del chiringuito sabía a gloria. Si eso era una visión, en ella quería pasar la eternidad.


Las afortunadas, ya llamadas así por Plinio el Viejo hace dos mil años, siguen haciendo honor a su nombre. Ante la perspectiva de lluvia incesante en Madrid y la cercanía de ese Barajas de nombre ahora un poco más largo, la solución se presentaba de forma incuestionable: volar hacia el sur, en esta ocasión hacia la isla de Gran Canaria.
Escapada brevísima, como siempre más de lo deseado, pero suficiente para cargar las pilas y para conocer otra de las bellezas de este archipiélago.
Primer día en Las Palmas, dedicado a recorrer la playa de las Canteras y el centro comercial de la ciudad.

Atardecer en la playa de Las Canteras. Al fondo, el Teide

Segundo día, los barrios históricos de Vegueta y Triana. Y tras una buena siesta, más baño de agua y sol en Las Canteras.
Tercer día. Ya no aguantamos más descanso. Alquilamos un coche y nos recorremos el norte de la isla. Arucas, Gáldar, Agaete. El Dedo de Dios que ya no lo es porque los efectos del tiempo pudieron más y se lo cargaron. Vuelta y cena, de nuevo, en Las Canteras. Nos estamos aficionando.

Lapitas con mojo verde en Agaete

Cuarto y último. Telde. Bonitos los barrios de San Juan y San Gregorio, aunque este último, encalado de principio a fin, recuerda demasiado a los pueblos del sur de España a los que estoy más que acostumbrada. Después al sur, más al sur, todo lo que se pueda en esta pequeña isla. Dunas de Maspalomas. Correr como una niña, a toda velocidad y sin descanso, cuesta arriba y cuesta abajo entre montañas infinitas de arena. Comida guiri como es mandado en la playa del Inglés. Sangría con paella. Ni tan mal.

Dunas de Maspalomas

Vuelta al aeropuerto. Tres horitas y Madrid de nuevo. Llueve igual que cuando nos fuimos. Está oscuro y hace frío. ¡Quiero regresar! Menos mal que al menos, mañana, bajo otra vez al sur, aunque no sea tanto, pero a medida que recorreré kilómetros con mi coche en dirección a Extremadura, las nubes se despejarán y llegaré a casa con un sol brillante de nuevo. No hace la misma temperatura que en Canarias, pero volver a casa lo compensa.

sábado, 23 de agosto de 2014

Escapada al Norte de Marruecos


Té a la menta sin prisas - Tánger
- Cuánto eché de menos los atardeceres todos estos años en Europa.
- ¿Acaso el sol no se ponía allí? 
- No como aquí, hermano. No como aquí.

Hace poco regresé a un país de esos que enganchan irremediablemente a las almas viajeras. Una asociación ecologista con un área dedicada a organizar viajes ambientales tenía como destino de una de sus escapadas el norte de Marruecos. La tentación era demasiado grande, aún a sabiendas de que el viaje sería muy intenso. Hubiera permanecido un par de días más (en realidad hubiera estado un par de semanas o de meses más, pero los tiempos son los que son), aún así, las horas de carretera fueron más que compensadas por la explosión de los sentidos provocada por los colores, olores, sonidos, sabores de este rincón especial del mundo. Y, justo es decirlo, por unos magníficos compañeros de viaje.

Partimos desde Extremadura temprano, para recalar en Algeciras a última hora de la mañana. Tras el paseo en ferry, una hora después nos encontrábamos del otro lado del estrecho. 

Tomando el ferry en Algeciras

Aprovechamos que se acercaba la hora de comer para buscar un chiringuito en la playa donde saborear los manjares del Mediterráneo. Tras unas cuantas exquisiteces regadas con buena cerveza, remojón en el mar y breve ruta para conocer la ciudad autónoma de Ceuta, que con su situación estratégica ha sido ciudad de paso de muchas culturas, cuyos vestigios aún permanecen en ella. Es sin duda un bonito e interesante lugar que bien merece dedicarle su tiempo en una ruta hacia el sur.


Murallas Reales y foso navegable de Ceuta

Tras el paso por la aduana llegamos a Marruecos y enfilamos la carretera de la costa, flanqueada por complejos turísticos y residenciales en un afán de modernización y capitalismo que parece haber sacudido al país, tan inmerso como empeñado en cometer los mismos errores en los que incurrió España hace unas décadas. Llegamos así a Tetuán, en cuyas afueras recalamos para pasar la noche. 
Después de un buen descanso nocturno y mejor desayuno, vuelta a la carretera, esta vez en dirección a Chefchaouen o Xauen. No por turístico y masificado debe obviarse una visita a este pueblo de cuento al pie del Rif.


Centro de Chaouen

La tarde la pasamos en Tánger y, con demasiado poco tiempo que dedicarle, tocaba perderse en la Medina. Nuestros pasos, sin más mapa ni guía que el rumbo que los pies nos marcaran, nos llevaron hasta la puerta de entrada al Gran Zoco, laberíntico y fascinante. Calles y más calles, con el inevitable juego del regateo de fondo. Tratando de encontrar el camino de vuelta una vez perdida ya toda noción de tiempo y orientación, tropezamos con el Gran Teatro Cervantes, una arrebatadora aparición. En un estado decadente, por no decir ruinoso, no deja sin embargo de emanar la historia de éxitos pasados.

La última parada fue el mágico Tetuán. "La paloma blanca", capital de provincia española hasta 1956. Allí nos dirigimos al despertar del siguiente día. Pura esencia andalusí. Una maravilla perderse en las tumultuosas y estrechas callejuelas, hasta casi desfallecer para resucitar con un buen cuscús, que no podía faltar en este viaje.


Por las calles de Tetuán

Y llegó sin darnos cuenta el momento del regreso. Tocaba invertir la ruta. Aduana de nuevo, Ceuta, ferry, Algeciras, carretera y manta. Alguien me despierta para avisarme de que estamos de nuevo en el punto de partida. Son las (muchas) tantas. Recojo mi coche y conduzco hasta casa. En unas horas el despertador sonará y los expedientes me esperan en la oficina. Tocará aparcar a la vilana soñadora hasta la próxima escapada. O hasta que pueda refugiarse de nuevo en su cuaderno para recordar vivencias o fabricar historias.